Cristina es una alumna del Colegio KW que sabe muy bien lo que es subirse a un escenario. Con la ópera Don Carlo, de Giuseppe Verdi, ya son dos veces las que participa en superproducciones del Teatro Real de Madrid, el más importante de todos los teatros españoles. «En verano actué en Il trovatore, también de Verdi. Justo cuando estaba haciendo los exámenes finales. Pero tuve tiempo para estudiar, porque teníamos que estar allí a las ocho de la tarde y salíamos a las doce», nos cuenta.
Con cada pregunta, a Cristina se le ilumina la mirada: realmente ha vivido una experiencia inolvidable. «Antes de Il Trovatore yo no sabía ni lo que era la ópera. Ahora que he estado rodeada de todos esos grandísimos artistas me parece alucinante».
Nuestra querida alumna tuvo que aprender un guion y todos sus movimientos encima del escenario. «Yo no canto, he trabajado como actriz. Pero hay que hacerlo muy bien, porque si no ya no te vuelven a llamar», explica Cristina, reconociendo la exigencia de un espectáculo tan elevado como la ópera.
Un escenario sobre el que, en algunas escenas, hay más de 50 personas tiene que tener una vida increíble tras bambalinas. «Por detrás hay un gran revuelo. Recuerdo que en Il Trovatore me hice una foto con una artista. Ella se tenía que cambiar de vestuario en apenas un minuto. De llevar ropa de abrigo, pasaba a lucir un vestido de tirantes».
Y entre todos estos grandísimos artistas, Ainhoa Arteta, María Agresta, Ekaterina Semenchuk (a la cual Cristina tiene especial admiración)… «Ver a Ainhoa de cerca ha sido alucinante. En mi escena ella hacía de reina. Los niños no podíamos hablar, porque si no, ella nos echaba a los cocodrilos», cuenta divertida.
Para representar su papel, Cristina ha lucido un vestuario de época que «aprieta mucho, aunque es precioso» y unos zapatos «como de diamantes, increíbles». En vestirla y arreglarla el equipo tardaba una media hora.
Otra cosa increíble es el cambio de decorados. «Eso sí que es impresionante. En Don Carlo había un objeto que, al elevarse, era la tumba del antiguo rey. Después, al bajar, se convertía en el jardín del palacio. En Il trovatore había una casa que subía y bajaba. ¡Algunos decorados me parecían más grandes que el colegio!», dice riendo.
Para animar a sus compañeros y a sus familias a ir un día a la ópera, Cristina tiene un mensaje: «Es alucinante y mucho mejor que verlo en la tele. Impresiona todo: cómo resuena la voz de los cantantes y la música de la orquesta».
¡Enhorabuena y gracias por acercarnos a la ópera, Cristina!